Tanto las autoridades sanitarias internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), como las entidades de salud públicas españolas – Ministerio y Conselleria – hacen hincapié en la necesidad de articular de sistemas de prevención del suicidio en general, y del juvenil, en particular. El suicidio se ha convertido en un problema de salud pública, en un síntoma social de deficiencias colectivas – como una adecuada política integral de salud mental – y cada vez más, protagoniza noticias cuando se registran casos. Y, lamentablemente, de personas cada vez más jóvenes. El último caso conocido: una niña de 10 años que se precipitó desde un tercer piso en un intento de quitarse la vida.

Ante estas situaciones, hay dos principios básicos para abordar este tema: el suicidio es prevenible y evitable; y dos, existen recursos públicos para ayudar en este tipo de situaciones.

Porque el suicidio se manifiesta, en la mayoría de casos, tras señales claras de intención previa y – en muchos casos – con intentos o autolesiones menores. El círculo familiar e íntimo de estas personas son quienes pueden dar la voz de alarma temprana ante el menor indicio de producirse una clara intención de quitarse la vida.

Estos son los recursos a los que podemos acudir. En principio, el Ministerio de Sanidad ofrece una línea telefónica 024 de atención 24 horas al día durante todos los días del año (Ministerio de Sanidad – 024. Línea de atención a la conducta suicida).

Al mismo tiempo, existe diferente documentación que podemos utilizar en https://www.sanidad.gob.es/profesionales/excelencia/docs/MANUAL_APOYO_MMCC_SUICIDIO_04.pdf.

Por su parte, la Conselleria de Sanidad también cuenta con una página de información en https://prevenciodelsuicidi.san.gva.es/documents/7217942/7267322/GU%C3%8DA+SUICIDIO+%C3%81MBITO+SANITARIO.pdf.

No obstante, lo imperioso en estos casos – además de informarse en los recursos disponibles – es solicitar ayuda a los profesionales, tanto del sector público o a los expertos en la materia en el ámbito privado. Porque nunca, nunca, es recomendable minusvalorar el riesgo. Ante la pregunta de, “¿esto le puede pasar a mi hijo o hija?”, jamás hay que rechazar de plano la posibilidad.

Porque en todos los casos de suicidio se repitan las causas psicológicas, biológicas y sociales que afectan o inducen a comportamientos suicidas. Los estudios epidemiológicos relatan, especialmente en los casos de chicos y chicas jóvenes, como causas los traumas, las situaciones de discriminación, aislamiento social, soledad, estrés, trastornos psicológicos, así como los casos más graves de acoso o ciberacoso.

En estas situaciones deberíamos estar alerta a determinadas señales de deterioro de la salud mental, y discriminar claramente cuando se trata de una situación pasajera a un estado anímico persistente y continuado. Los padres y madres deben estar dispuestos a abordar situaciones de tristeza o ansiedad, abrir los canales de comunicación con sus hijos e hijas. En muchos casos, el sentimiento de disponer de alguien cerca ya se convierte en uno de los mejores sistemas de prevención.

Pero la proximidad se manifiesta en realidad con una escucha activa. Tanto de los que dice como de lo que no dicen. Para ello, es importante detectar los cambios en el patrón de sueño, apetitivo y de sus relaciones sociales. La apatía y el aislamiento son señales de alerta. En cualquier caso, la respuesta no puede recriminatoria, sino de empatía y de respeto a sus sentimientos o problemas. Hay que volcarse en encontrar la causa de su malestar, y de abrir las soluciones y la esperanza de encontrar vías para sentirse mejor, hacer frente a los problemas o circunstancias y, ante todo, ser capaces de entender que en el tránsito hacia la recuperación del estado anímico adecuado no a va a ser recorrido solo. A esto, si se incentiva la práctica de la actividad física, el contacto con amigos y familiares, además de potenciar sus valores y la autoestima son elementos fundamentales de efectos beneficiosos.

Pero, sin lugar a dudas, lo más importante es recurrir a servicios profesionales. Una actuación integral, un diagnóstico en caso de que existe algún trastorno mental, o un tratamiento psicológico que potencie su autoestima puede generar soluciones ante un eventual riesgo.

Sin duda, ante el riesgo de suicidio, lo esencial es saber que hay recursos, que no se está sólo y que hay soluciones.

 

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