Hay un elemento fundamental en el proceso de diagnóstico de nuestro hijo o hija, cuando tiene que ver con el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), Trastorno de Espectro Autista, Trastorno de Ansiedad o Trastorno Afectivo. La familia se convierte en esa pieza fundamental sobre la que construir un futuro mejor, una evolución más positiva y un proceso de autonomía del menor más completa y saludable. La familia es el núcleo más importante del niño, junto con su entorno social y ambiente educativo de ahí la importancia de atender también en su conjunto.
Por ello, y ante la necesidad de manejar situaciones a las que no estamos preparados con nuestros menores, la Terapia Familiar es una herramienta básica. Un grupo de apoyo, de asesoramiento y de acompañamiento para atender de la mejor manera la situación y las necesidades del menor. Instituto Alcaraz está fuertemente especializado en Terapia Familiar, asumiendo como frentes a trabajar con el conjunto de la familia del menor diagnosticado elementos básicos como la crianza, el desarrollo de las terapias establecidas, los comportamientos del menor y sus conductas. Porque sabemos que la familia, en su conjunto y cada uno de sus miembros, incide en el pronóstico clínico del menor que sufre alguno de los trastornos antes mencionados.
Ante esta situación, es importante establecer estrategias y pautas fundamentales, desde la certeza de que la familia es el agente socializador y de referencia más importante. Pero que determinadas conductas, desde la buena fe y el desconocimiento, también puede generar interferencias en el menor. Lo más difícil para los padres y madres de niños con diagnósticos es lograr el equilibrio de protección y ayuda que asegure un creciente nivel de autonomía que permita al menor desarrollarse en todo su potencial.
El desarrollo de la Terapia Familiar se establece después de un análisis funcional de la familia, donde se determinan las relaciones entre cada uno de sus miembros, y de ellos con el menor diagnosticado. Se estudian los roles ante las diferentes situaciones cotidianas y los comportamientos de cada uno de los miembros ante los escenarios que un niño con TDAH o autista pueda generar.
Sin duda, somos conscientes que el primer modelo de referencia del menor diagnosticado es el que encuentra en su entorno familiar. De ahí la importancia, y de la necesidad de estas terapias conjuntas que permiten mejorar la vida cotidiana del menor diagnosticado y evitar el desgaste, que suele producirse, en el resto de miembros de la familia.
El modelo de abordaje de la familia con el menor diagnosticado se fundamenta, desde nuestra experiencia en la Terapia Familiar, en el principio básico de conocer el trastorno que afecta a su hijo y superar el proceso de duelo hasta su aceptación. A partir de ahí, hay que generar mecanismos de refuerzo de lo positivo, sin que ello suponga no imponer normas o límites. Es más, hay que generarlos y fijar de manera conjunta las consecuencias de no cumplirlos. Como hemos comentado en muchas ocasiones, la comunicación es fundamental, pero debe ser abierta, empática y asertiva que sea capaz de generar refuerzos, de acompañar, frente a la crítica o la censura persistente. En todo caso, y por difícil que sea la situación, los padres siempre serán el mejor modelo. Ello supone ser coherentes ante el menor y, además, ser capaces de diferenciar entre el comportamiento y el niño. Es decir, el niño no “es malo”, aunque podemos concluir que – algunos casos – “lo malo es su comportamiento”. Una Terapia Familiar con una participación comprometida de toda la familia genera un clima de autoestima colectiva, también del menor, y mucho camino ganado en materia de paciencia y constancia. Que son dos pilares de sostenimiento del niño diagnosticado.