Aunque no existen estudios concluyentes a nivel científico, sí son muchas las evidencias y las investigaciones preliminares que alertan de la prevalencia entre el diagnóstico del TDAH en menores y los episodios de trastornos alimentarios, especialmente la bulimia. La experiencia de miles de profesionales de la psicología, la medicina y la docencia así lo testimonian, donde este binomio TDAH más Bulimia se repite en muchas ocasiones, aunque en menor medida que el diagnóstico de trastorno de déficit de atención y los casos de obesidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ofrece algunos datos de referencia, en el que se afirma que las personas diagnosticadas con algún grado de TDAH en un 6% de los casos sufrieron episodios de bulimia nerviosa. Mientras que el 15% de las personas que sufren bulimia también son diagnosticados con TDAH. No existen registros científicos de obesidad, pero sí hay constatación empírica de que se da con mayor frecuencia entre personas diagnosticadas con déficit de atención.
Todo ello, nos alerta a que en el caso de niños diagnosticados con déficit de atención es necesario estar especialmente vigilante en los hábitos y rutinas alimentarias, generar modelos saludables de consumo, crear en ellos principios básicos de alimentación y un mayor control de los impulsos en la ingesta de alimentos, en especial de aquellos de alto poder calórico y graso. El autocontrol, como en cada una de las facetas, es esencial también en la alimentación, puesto que muchos expertos vinculan ambos síndromes.
La bulimia es un trastorno que lleva a las personas a tomar grandes ingestas de comida con episodios posteriores de control y purga, más una elevada preocupación por el peso y la figura. Los trastornos por déficit de atención llevan aparejado una falta de autocontrol, de impulsividad extra que genera episodios de comida sin regulación, de manera impulsiva y como respuesta a las sensaciones y estímulos que recibe del exterior como de su propio cuerpo.
Algunos expertos consideran que la impulsividad y la falta de atención pueden llevar a quienes sufren TDAH a caer en grandes atracones de comida, especialmente los más accesibles e hipercalóricos, cayendo posteriormente en episodios de conductas compensatorias de purga. Todo ello, como reflejo de una situación de TDAH diagnosticado, donde la falta de control inhibitorio y una alta impulsividad concluye con grandes ingestas de alimentos rápidos y no equilibrados.
También se suele considerar que existe una vinculación entre el TDAH y la bulimia nerviosa bajo ‘el síndrome de deficiencia de recompensa’. Esto lo explican por un déficit orgánico de la dopamina que les motiva a la búsqueda de recompensas no naturales, recayendo en comportamientos vinculados a actividades de alto riesgo, los juegos de azar y apuestas, el consumo de sustancias psicotrópicas o la alimentación inapropiada. Sin duda, el consumo de grandes cantidades de comida o de alimentación no saludable es el mecanismo más rápido de lograr una recompensa o satisfacción, generalmente a través de alimentos ricos en grasas y azúcares muy saciantes.
La comida también es un refugio común entre personas que acumulan ansiedad, insatisfacciones o que no asumen su estado físico o mental. Comer de manera compulsiva es un lugar común para hacer frente a situaciones de falta de autoestima, ansiedad, miedos sociales o cualquier otra situación cotidiana que genera incertidumbre personal. Es por ello que, en la mayoría de casos, la prevalencia entre personas con TDAH y obesidad, cuando no situaciones extremas de bulimia, es una realidad.
Para estos casos, hay que generar una dieta concreta y específica para los menores diagnosticados con TDAH donde prime la ingesta de alimentos naturales, no procesados, ricos en minerales y bajo en grasas. En lo que hay más coincidencia es la lista de alimentos a evitar entre los menores, principalmente el azúcar que entre los expertos se asocia a episodios de hiperactividad. Por lo tanto, también se recomienda reducir alimentos con alto índice de carbohidratos simples como la pasta, el arroz blanco, el pan, así como las bebidas carbonatadas y los snacks a base de patatas y altos niveles de sal. Por supuesto, evitar el consumo de cafeína en sus diferentes formatos y controlar la cantidad de aditivos artificiales en los alimentos base de la dieta de estos menores.
En principio, se trata de recomendaciones que son aplicables a cualquier grupo de población, pero que debemos extremar en el cuidado de nuestros menores diagnosticados con TDAH.