Son muchos los niños y las niñas que conviven con amigo invisible, un ser que los acompaña en ciertos momentos del día, con el que interactúan y con el que se relacionan en el plano de la imaginación como si fuera real. Este fenómeno muy común entre los menores de 3 a 8 años es bastante normal y se considera incluso, muy positivo. Esta relación que se tiene con un ente que no existe, aunque a veces se vincula a un objeto como un juguete o un peluche, puede ayudar al menor a muchos procesos del desarrollo madurativo, así como el intelectual.

Está estudiando que hay un mejor domino del lenguaje, se avanza más rápido en empatía, comunicación con el otro y domino de las relaciones sociales en aquellos adultos que, en su infancia, compartieron un rato de su vida con un amigo imaginario.

Los expertos en psicología infantil consideran que el amigo imaginario genera un “yo alternativo” que les sirve para aprender y para desarrollar determinadas capacidades. Es una especie de banco de prueba a un mundo real que se avecina en el proceso de crecimiento. Un amigo imaginario, que se activa en determinados momentos del día, les permite recrear situaciones reales y experimentar, previo al contacto real, sobre ella. Es perfecto porque se puede activar y desactivar, se pueden cometer errores y no tiene capacidad de recriminar nada. En este ejercicio lúdico que ellos inventan se prueban a sí mismos sobre sus aptitudes sociales, capacidad y conocimientos de la realidad. Y nada mejor, que hacerlo con un ente imaginario.

Los menores que ejercitan su imaginación y creatividad con este amigo invisible también les permiten hacer frente a la soledad, al ejercicio de desarrollarse sin la tutela constante de un adulto. Es una manera de ejercer la autonomía y el autoapoyo en el desarrollo de actividades o de nuevos retos que, a edades tempranas, realizan por vez primera.

Cómo actuar con ellos

Esta es la pregunta del millón que muchos padres y madres se hacen a sí mismos. ¿Cómo actuar ante el menor y su amigo imaginario? Lo primero, entender que es un proceso normal y dar la importancia a esto, sin dejarse caer en ideas sobre patologías u otras alteraciones mentales. Si el niño o niña pide a sus padres que interactúen con el ‘amigo imaginario’ no es buena idea oponerse, aunque siempre es mejor centrar la atención en el menor. Si piden que le pregunte a su amigo imaginario cualquier cosa, es mejor explicarle que nos resulta más interesante saber su propia opinión o parecer.

En algunos casos, nos reclamarán que hagamos alguna tarea para el amigo imaginario, como ponerle un plato para comer. Es una buena oportunidad para solicitar el niño o niña que lo haga él mismo, un ejercicio de responsabilidad que introducimos en sus rutinas de manera natural. La normalización, sin recriminación ni reproche, es un buen camino en la relación con nuestro hijo o hija y su compañero imaginario.

En todos los casos, los amigos invisibles se van igual que vienen, sin avisar y de manera inmediata, especialmente a partir de los seis o siete años, cuando el menor comienza a interiorizar modelos mentales más lógicos. Un día, sin despedida ni aviso posible, desaparece. Esto, también es parte del proceso natural de crecimiento y madurez del menor.

Lo que no debemos hacer es dejar que el niño vuelque sus responsabilidades, por ejemplo, al no recoger sus juguetes, en su amigo imaginario. La consecuencia de los actos debe recaer siempre en el personaje real. El amigo imaginario no es un alter-ego que aprovechar para exculparse de determinados comportamientos o acciones.

Por ello, aunque normalizamos esta realidad, hay que estar alerta a comportamientos extremos. Es decir, cuando hay un efecto negativo en el comportamiento del menor, y cuando la excusa de esos actos violentos, agresivos o peligrosos se achacan al amigo invisible. Cualquier comportamiento de este tipo requiere una consulta a un profesional de la psicología infantil. También cuando este amigo invisible persiste en el tiempo, y se mantiene con el crecimiento del niño.

Los efectos de este tipo de compañías inventadas son positivos para el menor, nuestro comportamiento debe mantenerse en niveles de normalidad, y siempre estar atentos para evitar que esta figura se convierta en excusa de actos o comportamientos anómalos o no naturales. Es mejor vivirlo con calma, tranquilidad y toda la normalidad del mundo.

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