La experiencia empírica y diferentes estudios científicos confirman que la estimulación sensorial temprana en los bebés es positiva para su crecimiento, su desarrollo y la mejora de evolución emocional y cognitiva. Ayudarles con juegos de estimulación desde su nacimiento, siempre teniendo en cuenta que cada bebé es un mundo y que cada uno de ellos tiene su propio ritmo de madurez y evolución, es importante porque genera una vinculación emocional con ellos y porque contribuimos a su normal desarrollo.
La regulación sensorial del menor es parte del proceso de madurez en el desarrollo de los cinco sentidos y de la gestión de la información exterior que el bebé recibe a través de la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato. Sin duda, además de la diferencia de ritmos en el proceso de adaptación y gestión de estos estímulos, también debemos entender que cada uno de nosotros tenemos un grado de sensibilidad diferente en cada uno de ellos. Exactamente lo mismo que les ocurre a los bebés.
Cómo adaptarse a los estímulos que reciben a través de cada uno de los sentidos, cómo se aprende a gestionarlo, a procesarlo y a asumir la información que ofrecen es, sin ninguna duda, uno de los principales desafíos en el proceso de madurez de un bebé. No olvidemos de qué entorno proceden los más pequeños y que explosión de estímulos recibe tras el parto, cuando se abren a un mundo inundado de estímulos, unos más agradables que otros.
Los menores tienen preparados todos y cada uno de sus cinco sentidos, aunque requieren de un proceso de madurez física. Los adultos podemos ayudarles en su desarrollo con juegos fáciles de estimulación temprana de sus sentidos, de modo que mejoremos su desarrollo neuronal, su madurez mental y su adaptación mejor a estímulos exteriores, trabajando en cualquiera de ellos. Es lo que llamamos estimulación temprana sensorial. Que no es más que una serie de juegos adaptados a la edad de cada bebé para ayudarle a avanzar con más seguridad en el proceso de adaptación de los mil mensajes que le envía el medio que le rodea. Hay que trabajar los cinco sentidos bajo la premisa del sexto, el sentido común.
Tacto
Es sin duda uno de los sentidos básicos del bebé, que en los primeros minutos de vida es fundamental en el proceso de apego, principalmente con la madre, por la vinculación que se genera en el proceso de alimentación con leche materna. El tacto, en la medida que la vista requiere un periodo mayor de adaptación, es el cordón umbilical invisible que une al bebé con sus progenitores. A lo largo de su crecimiento, es fácil jugar con él y potenciar con diferentes materiales de texturas, durezas y superficies este sentido. Las manos, como luego será la boca, es un elemento fundamental en el proceso de reconocer el mundo que le rodea. Pero también el resto de su piel, bebés que disfrutan con los masajes en la espalda, en los pies, en los brazos, o durante los baños o con los abrazos de sus padres. Estar en contacto piel con piel es uno de los ejercicios más placenteros y de efectos más positivos que podemos realizar en los primeros días. Un ejercicio que ya es parte de las rutinas médicas en los casos de neonatos.
Además, según van creciendo, se pueden jugar con diferentes materiales como papeles, maderas, plásticos, etc…, elementos varios que se introducen en una caja o cesta para incentivar al bebé que ya tiene cierta movilidad a encontrar y descubrir los objetos por el contacto con el mismo. La sensación de buscar entre los objetivos activa su curiosidad y entrena su capacidad táctil de reconocer objetos. Otros recursos son las mantas con texturas diferentes, tanto cuando todavía no gatea como cuando comienza sus primeros movimientos autónomos.
Olfato
Dice la ciencia que es que la forma más rápida que tienen los bebés de identificar a su padre y su madre. De reconocer su entorno habitual y de encontrar el espacio propio, dentro de su hogar, dentro de su familia y de las personas que lo cuidan y protegen. La leche materna es un elemento que les llega también por el olfato y que vincula rápidamente con la alimentación y, sobre todo, con el sentimiento de cuidado y protección que demandan. Cuando son más mayores, es fácil jugar con este sentido experimentando olores y aromas de diferentes alimentos, flores, frutas, etc…. El olfato es un sentimiento muchas veces olvidado, pero de fuerte impacto en la generación de estímulos positivos.
La comida, además de convertirse en una rutina necesaria para su crecimiento, también puede ser escenario de experimentación. Los menores descubren olores a través de las diferentes comidas, pero también desarrollan el tacto en contacto con ella. Jugar, mancharse, probar y oler – mientras come con un segundo plato para tener control de su alimentación – es un buen ejercicio práctico para los más pequeños.
Vista
La vista en los bebés en las primeras semanas es muy limitada, tanto en distancia como en la identificación de formas y colores. Con el tiempo, es fácil jugar y estimular este sentido con mil juguetes que ofrecen las distintas marcas, la utilización de elementos móviles, y objetos con colores diferentes. No obstante, no son imprescindibles recurrir a los juguetes comerciales: hay mil objetos en casa para la estimulación visual.
Los paseos por el parque, en espacios abiertos como el campo, una visita a un comercio, etc… tiene suficientes estímulos para convertirse en una aventura experiencial de primer orden para nuestros pequeños. Sin duda, los libros de prelectura – que en muchos casos son multisensoriales – son de gran ayuda. Sus dibujos llamativos captan la atención del menor, pero además suelen aportar páginas con diferentes texturas, incluso, sonidos vinculados a la historia. El momento de la lectura compartida en edad temprana genera espacios de conexión máxima entre los padres y el bebé, donde el oído también tiene un papel fundamental.
Oído
El desarrollo del oído está muy vinculado al desarrollo posterior del lenguaje. Uno de los ejercicios básicos en estimulación del oído del menor tiene mucho que ver con la participación de mamá y papá en el ejercicio más simple – y más efectivo – que consiste en hablarle, cantarle, contarle cosas, identificar palabras… Comunicarse de manera oral, desde el minuto uno de vida, es uno de los grandes estímulos y ejercicios que podemos realizar. Ya no se trata de la adquisición de vocabulario del menor – que eso lleva su tiempo – sino en la identificación del tono y de las emociones de los adultos que transmiten de manera oral, aunque también en la comunicación no verbal cuando nos estamos expresando. Como en otras ocasiones, los sentidos actúan al unísono y trabajar uno, en la mayoría de los casos, supone trabajar todos.
En el mercado hay muchos juguetes comerciales para fomentar este sentido, objetos con mil tonos y sonidos. Todos ellos son útiles, pero sobre todo podemos recurrir a la música.
Gusto
Cuando van creciendo, la boca se convierte en el principal elemento de control para el reconocimiento, de ahí que todo objeto a su alcance acabe en ella. Podemos ayudarles en el desarrollo del sentido del gusto ofreciendo para probar una gama amplia de alimentos de diferentes sabores: salados, dulces, agrios, etc. Con las indicaciones pediátricas pertinentes sobre el proceso de introducción de alimentos, podemos variar los productos de modo que no se recurra a los mismos con la misma textura y el mismo sabor. Hay que combinarlos, hay que evitar la costumbre, aburrirlo o cansarlo. En algunos casos, un sabor nuevo será rechazado, pero es importante repetir porque el gusto se entrena y el bebé puede acostumbrarse a la variedad gustativa más amplia posible. Debemos vigilar los productos con la sal o el azúcar y evitar imponer alimentos a los que el niño o niña no está acostumbrado, para que comer no sea visto como una imposición o castigo. Estamos ante uno de los sentidos que más tiempo y recorrido – o sea paciencia – requiere del adulto. En todo momento debe ser un juego, un juego placentero.
Está más que contrastado los efectos beneficiosos en el menor de este tipo de actividades de estimulación sensorial temprana para su desarrollo emocional y cognitivo, pero sobre todo hay una aseveración irrefutable: el tiempo que pasamos con ello se convierte en el tiempo más precioso de la relación con nuestros hijos. No perdamos la oportunidad.