Todos hemos oído hablar de los famosos hitos de desarrollo infantil, como hemos oído hablar de los percentiles de crecimiento y peso de los bebés. Los hitos de desarrollo son unos registros estandarizados que nos ayudan a hacer un seguimiento de la evolución en el desarrollo de los más pequeños, que deben ser entendidos como una herramienta tanto para padres y madres como para los profesionales de la salud. Los hitos, como su nombre indica, son referencias y así deben considerarse, no exigencias de cumplimiento para todos los bebés en todas las condiciones. Cada menor tiene su ritmo, su proceso y debe caminar en su desarrollo de manera natural.
Así pues, debemos entender que los hitos de desarrollo son meras marcas sobre algunas tareas o habilidades funcionales básicas que nuestros hijos o hijas deben ir adquiriendo a lo largo de su crecimiento. Estas nos permiten comprobar el avance en el desarrollo del bebé en cuanto a habilidades motoras gruesas (sentarse, caminar, incorporarse o mantenerse erguido, etc…), habilidades motoras finas (coger objetos, pintar, manipular objetos con sus manos, etc…), así como otras funciones cognitivas o sociales.
La adquisición de estas habilidades y, por lo tanto, la consecución de estos hitos está vinculado al desarrollo madurativo de cada menor, lo que nos indica que no hay dos procesos iguales ni idénticos. Cada niño o niña, tiene sus ritmos y avanza en unas habilidades antes que en otras. Comparar a niños, tanto hermanos como no, nunca es una buena idea. Más bien al contrario, genera dudas, ansiedad y mucha presión a los padres. Y, en algunos casos, también al menor.
Por otra parte, en el caso de bebés prematuros debemos tener en cuenta lo que se denomina ‘edad corregida’, es decir, aquella que mide directamente su edad si hubiera nacido a las 40 semanas. El proceso de madurez de los bebés prematuros suele ralentizarse hasta los dos años, cuando las diferencias entre ellos terminan por desaparecer.
Para evitar la angustia, y para favorecer un ritmo natural, es mejor que la intervención como adulto sea la mínima, que dejemos el proceso natural a su ritmo y, en su caso, no forzar al menor a realizar determinas tareas o acciones que – en la mayoría de casos – no realiza porque no ha llegado a ese momento de madurez. Esto no significa que no generemos estímulos ni incentivemos sus sentidos, su curiosidad o su desarrollo emocional, más bien al contrario, simplemente debemos respetar su evolución natural. Y tampoco significa que dejemos pasar el tiempo cuando detectemos algún comportamiento que nos genere dudas. Una consulta a tiempo, un diagnóstico temprano y una reacción profesional adecuada en muchos casos es la mejor respuesta que le podemos dar a nuestras dudas.
La Sociedad Española de Pediatría ofrece hitos de desarrollo de referencia en función de su edad, que nos indica a qué edad es ‘normal’ realizar algunas funciones como responder a su nombre, ser capaz de coger un objeto, desarrollar el lenguaje, etc…
En estos enlaces se puede consultar cuáles son los hitos de referencia de la Asociación Española de Pediatría:
https://enfamilia.aeped.es/edades-etapas/bebe-8-12-meses
https://enfamilia.aeped.es/edades-etapas/bebe-5-7-meses
https://enfamilia.aeped.es/edades-etapas/bebe-2-4-meses
En base a estos hitos de referencia podemos disponer de datos que nos permita alertarnos de determinados comportamiento o actitudes que difieren en mucho a la consecución de habilidades más normalizadas. Por ejemplo, son señales a tener en cuenta cuando a los tres meses no sigue la figura de su padre o madre con la mirada o no es capaz de sostener su cabeza.
Entre los cuatro y los seis meses, si no es capaz de sostener un objeto con las manos, no balbucea o no responde a sonidos con la mirada también suele ser señales suficientes para consultar a un profesional. Estos comportamientos son los que debemos tener en cuenta porque la atención temprana es uno de los mejores recursos cuando se confirma un diagnóstico de retraso en su desarrollo. La clave siempre es no obsesionarse y, ante la duda, preguntar, preguntar y preguntar.