Las cifras generales de tabaquismo en España muestran una reducción paulatina desde hace años, pero sigue siendo preocupante el consumo temprano entre adolescentes de esta droga de efectos tan nocivos para la salud entre la población más joven. Especialmente, con la irrupción en el mercado del cigarrillo electrónico, gracias a la información sesgada y confusa generada sobre su menor impacto en la salud, que se focaliza en el consumidor más joven.

Esta realidad hace que, según datos del Ministerio de Sanidad, la media del primer contacto con el tabaco en cualquiera de sus formas sea los 16,6 años, aunque un porcentaje importante de primeros consumidores se iniciaron poco después de los 12 años. En la adolescencia, más del 34% de los jóvenes consume regularmente tabaco.

Las cifras exigen una respuesta social contra el tabaquismo entre adolescentes, pero la primera trinchera – como en casi todo – debe ser el ámbito familiar, aunque el papel del entorno escolar es básico. En este entorno, debemos actuar desde la sinceridad, la honestidad y la claridad que un adolescente merece, huyendo del reproche o de las manidas amenazas. Esto implica entender qué está pasando en la mente adolescente de nuestro hijo o hija, y por qué encuentra una vía de escape en el consumo de tabaco o en el vapeo.

Los adolescentes se encuentran en un momento de construcción de su propio yo, de su identidad y de su autonomía. Por tanto, en muchas ocasiones buscan una contestación a su entorno más próximo para diferenciarse y como reafirmación de su persona, además de dejarse llevar por un elemento fundamental en estas etapas como es la aceptación social entre los iguales, es decir, con otros adolescentes.

La presión social es otro elemento a tener en cuenta, que en muchos casos les dirige sus formas y comportamientos, que los jóvenes adolescentes terminan asumiendo como pago por sentirse integrados y aceptados. Pero, además, no tenemos que olvidar que el tabaco es una droga, que genera adicción, porque causa lo que muchos expertos denominan ‘efectos deseados’, una falsa sensación de sosiego producido por el consumo de tabaco que sirve para reducir los niveles de estrés o ansiedad.

Por ello, la amenaza, recriminación o aleccionamiento no son suficientes ni eficaces contra el tabaquismo juvenil. El diálogo debe ser abierto y claro, sin perder el rol de padre/madre, para abordar tanto la prevención como la eliminación del tabaquismo. El chico o chica en el tabaco busca asimilarse de manera anticipada – y equivocada – a su papel de adulto. Por lo tanto, la conversación debe ir en estos términos.

Sin duda, hay elementos muy importantes que debemos abordar en este diálogo, como son los datos sobre los riesgos del consumo de tabaco a cualquier edad, pero en especial en las más tempranas. Sus efectos en la salud y las consecuencias que toda adicción supone, que se convierte en un limitante de la libertad y de la pérdida de autonomía. El menor debe entender que consumir tabaco no es un gesto de libertad o rebeldía, sino de sumisión a clichés sociales y de control de las sustancias nocivas que le hacen prisionero de su consumo.

 

 

Cómo debe ser esa conversación

 

El diálogo con los jóvenes debe ser muy explicativo sobre los efectos en la salud, a todos los niveles, y sobre los efectos físicos que el consumo de tabaco genera en el cuerpo. Es importante que sepa identificar que este tipo de sustancias genera situaciones de riesgo grave.

Para ello, uno de los pasos esenciales es dar ejemplo personal como adulto, lo contrario sería más complicado de exigir a nuestros hijos o hijas. Y trabajar desde muy pequeños sobre la importancia del cuidado personal, de la alimentación saludable y de la rutina de hábitos sanos. Unas cuestiones que en la adolescencia ellos mismos deben asumir de manera autónoma. Sin renunciar al papel de adulto que debe anticipar situaciones de riesgo, es cierto que debemos dejar a los jóvenes que inicien su camino en la toma de decisiones sobre cómo vivir hacia su fase adulta.

En este sentido, la aceptación por el grupo no debe ser una imposición que anula a la persona. En la mentalidad juvenil por desarrollar es vital pertenecer al grupo. Pero debe tener elementos de juicio suficientes que le hagan comprender que no todos los grupos – y sus exigencias – deben ser asumidas. Deben entender que lo importante no es encajar en todos los grupos, sino buscar el grupo más adecuado para un desarrollo sano, libre, sin condicionantes y donde la aceptación no sea una consecuencia de aceptar determinas reglas, sino la integración por los valores personales que uno atesora. El objetivo es buscar grupos sociales donde se potencien las actividades positivas y rechace las de riesgo, no grupos que impongan modelos cerrados de comportamiento, como beber, fumar u otras actividades no saludables.

El deporte en muchos casos es un aliado contra este tipo de grupos y hábitos. La vinculación al deporte suelen ser una buena herramienta y en estos entornos se generan buenos prescriptores de hábitos más saludables, que limitan la toma de este tipo de sustancias. Incentivar la actividad física, potenciar la autoestima de los adolescentes, entender que deben estar por encima de la valoración del grupo a cualquier precio permite frenar el consumo de tabaco en adolescentes.

No obstante, cuando hablamos de chicos o chicas sobre los 16 o 17 años nos enfrentamos a edades que en su proceso madurativo ya ejercen cierta autonomía, lo que debe obligarnos a respetar sus opiniones, no ridiculizar sus sentimientos y necesidades (en especial en materias de integración o aceptación social tan importante para ellos) y trabajar nuestra propia capacidad de ponernos en su piel, dejar los cauces de diálogo abiertos y pactar o acordar mínimas pautas, como senda para seguir avanzando en futuros acuerdos. Puede ser, no fumar en casa o en el entorno escolar, o en actos sociales familiares; cualquier punto de apoyo para seguir trabajando con ellos sobre la idea de que fumar como adolescente ni como adulto es una buena idea.

El tabaquismo entre adolescente es un problema personal, familiar y social, que requiere una respuesta concreta, pero que debe basarse en el diálogo, la conversación, el análisis conjunto con el joven y la reflexión compartida sobre qué le conviene y lo que no. La adolescencia genera lazos frágiles en el nivel de confianza entre padres/hijos, por lo tanto, conservarlos y fortalecerlos es un reto para los adultos en nuestra responsabilidad de cuidar de ellos y de mantener la capacidad de conversar con el futuro adulto que se está generando. Un adulto que debe estar alejado del tabaco.

 

 

 

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