Muchos padres y madres comienzan a vislumbrar la incorporación de su pequeño o pequeña a la escuela infantil justo ahora, que termina el periodo estival y llegan los primeros días de septiembre. Se trata de un momento complicado, porque representa en la mayoría de casos la primera separación entre el menor y sus padres, y la suma de las incertidumbres de los peques (cuando son conscientes) más la multiplicación de los miedos y sentimientos de culpa de los padres y madres.

Así pues, el primer ejercicio de preparación a este paso que está por venir, lo tienen que realizar los adultos, puesto que en la mayoría de casos las angustias y los miedos son de ellos. La confianza, la tranquilidad, la serenidad y la fortaleza que ellos presenten ayudarán mucho al bienestar del menor y a la superación – con el tiempo de adaptación que requieran – de este tránsito de estar 24 horas con los padres a despegarse algunos momentos en escuela.

Nada más lejos de las creencias populares, está demostrado que un apego seguro del menor es positivo para este periodo de cambio y de aceptación del tiempo en la escuela infantil de nuestros niños y niñas, indistintamente de la edad que tengan. Además, un elemento también contrastado por los profesionales de estos centros confirma que aquellos menores que tienen sentimientos compartidos con la madre y también con el padre superan con menos esfuerzo este periodo de separación e inicio del proceso de socialización y escolarización.

Sin duda, lo ideal sería estar hasta los tres años en el ámbito doméstico, pero asumiendo que las realidades sociales y laborales no lo hacen posible en la mayoría de los casos, desde Instituto Alcaraz aconsejamos siempre anticiparse y prever estos eventos.

Los niños y niñas deben estar informados – en la medida de comprensión de su edad – de qué es un jardín de infancia, qué se hace allí, qué supone no estar con papá y mamá, quién va a cuidar de él o de ella, y las posibilidades de diversión que ese rato le ofrece. Tenemos que trabajar mucho el sentimiento de abandono, tanto en los menores, para que entiendan que no es tal, como el complejo de culpa que genera a muchos adultos estos primeros días.

Y ser conscientes de que cada niño o niña tiene su proceso de adaptación, lo que supone no hacer comparaciones ni juicios de valor, sino de asumir que se trata de un camino hacia su madurez evolutiva que requiere empatía y comprensión absoluta. En ningún caso, hay niños mejores o peores, sino niños que necesitan más o menos tiempo.

Cuando se trata de bebés menores de ocho meses, estos manifiestan de manera menos evidente el desapego con su madre, que por cuestiones biológicas suele ser la que más vinculación mantiene desde su nacimiento. A estas edades, lo recomendable es limitar al máximo el tiempo en el centro, y una vez allí controlar los cambios que sufre el niño en cuanto a irritabilidad, falta de apetito, etc… de modo que permita hacer o proponer al centro cambios que faciliten su adaptación. A estas edades, se suele ser muy sensible a los estados anímicos de los padres y madres, así que es importante trasmitir serenidad. Uno de los recursos más eficaces es que disponga de algún elemento que le genere seguridad, como un peluche o algún elemento textil al que esté acostumbrado por el olor, el tacto, etc…

Cuando los menores ya tienen un año o más, la manifestación de abandono que suelen hacer en los primeros días de asistencia son más evidentes, en forma de lloros, rabietas o, en algunos casos regresiones que se manifiestan con la pérdida del control de los esfínteres, pérdida de apetito, o cambios en los ritmos de sueño.

También es cierto que a estas edades es posible hablar con ellos, explicarle algunas cosas y mostrarle algunas realidades. Sería positivo establecer visitas previas para que conozca el lugar, identifique al personal que estará a su cuidado y comentarle las rutinas de llegada, quedarse sin papá ni mamá, y de recogida del centro.

Normalmente el periodo de transición y adaptación lo establece el centro, pero este debería adaptarse a la realidad de cada uno de los niños o niñas, que son todos distintos. Se trata de estar algún tiempo con ellos, cada vez reducirlo un poco más y ampliar al tiempo el rato que pasan en la escuela infantil.

Uno de los momentos más sensibles son las despedidas. La fuga de papá y mamá no es nada aconsejable, porque genera una incomprensión absoluta y una profunda sensación de abandono. A nadie, en un lugar desconocido le gustaría verse solo, sin más. Pues a nuestros pequeños, tampoco.

Lo recomendable es establecer una rutina en la que permita explicarle que se va a quedar a jugar, con sus amigos nuevos y que, después volverán a por él. El proceso de la despedida, no debe ser extenso en el tiempo, aunque llore, pero tampoco huir de él sin que se dé cuenta.

En este proceso, los preliminares son importantes. Comenzar con energía positiva la mañana, sin prisas ni agobios, disponer de un tiempo para esta con el niño o niña le generará confianza y, mayor aceptación a la separación. La recogida es también muy importante. Hay que cumplir la promesa sobre la hora, ‘después de la siesta’, ‘después de la comida’, etc… puesto que el cumplimiento de la palabra le genera confianza y limita su ansiedad.

Y por supuesto, una vez de vuelta hablar de su estancia, poner en valor sus juegos, sus nuevos amigos, todo lo que allí puede hacer que no puede hacer en otro lugar, ni en casa ni con papá y mamá. Y animarle a que siga disfrutando los siguientes días.

Las separaciones son difíciles. Hay que preparar al niño, como prepararnos a nosotros mismos. Este paso por la escuela debe servir para ganar en autonomía y confianza en ellos mismos, que les puede ayudar en el futuro. La asistencia no es una obligación, en la mayoría de los casos, es una necesidad, no un paso intermedio necesario al periodo de escolarización reglado. A la edad de tres años, los procesos de integración y de aceptación de la separación son diferentes, puesto que ya tienen un recorrido vital distinto y una madurez mayor.

Pero por razones miles, es necesario contar con el servicio de escuela infantil, por tanto, la clave es la comunicación, la aceptación de los cambios y la confianza en el entorno familiar. Ingredientes para que esta etapa sea más que segura, tranquila y sosegada para todos.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies