La mejor manera de dejar huérfanos emocionalmente de padres o madre a nuestros hijos es intentar ser lo que nos somos: sus amigos. Esta nueva concepción parte de la errónea visión de confundir confianza y amor con amistad. La cuestión es que todos los expertos en psicología infantil entienden que los padres y madres tienen un rol muy concreto y muy determinado que desempeñar e, intentando ser otra cosa, podemos dejar huérfano de referentes a nuestros hijos. Dicho de otro modo, como padres o madres tenemos un objetivo, un papel y una función muy importante en la vida de nuestros hijos, donde la amistad tiene un papel diferente y donde el menor debe encontrar su hueco – ajeno a nosotros como padres o madres – para crecer a nivel individual y social. Si ocupamos ese espacio, cercenamos sin querer una vía de desarrollo muy importante para nuestros hijos o hijas. Si el amor entre padres e hijos es diferente al que se da entre amigos, no podemos confundirlos en una mezcla incompresible para ambas partes.

Debemos tener presente que las relaciones de amistad de producen entre iguales, y que nuestro papel y responsabilidad no encaja entre ese nivel horizontal que generamos artificialmente en nuestra vinculación con nuestros niñas o niños cuando jugamos a ser ‘amigos’. Nosotros, como padres o madres, somos un referente, donde nuestras acciones y comportamientos son un claro modelo de aprendizaje, somos los encargados de establecer límites, niveles de responsabilidad, exigencias y objetivos muy claros. Podemos ser cómplices en muchas cosas y en muchas facetas de la vida, pero no ocupar el espacio que otras personas deben tener en la vida de nuestros hijos: sus amigos o amigas. Marcar nuestro papel con el sesgo de ser ‘amigo’, ‘colega’ o ‘compañero’ es, sin quererlo, la mejor manera de olvidar otros papeles tan necesarios: guía, maestro, tutor. Conceptos que, en ningún caso, se puede entender dentro de las exigencias del término amigo. ¿Podríamos responder ante nuestro hijo o hija adolescente cuando llega a casa ebrio de la misma manera como padre que como amigo? Sin duda que no. El papel a desempeñar en este caso, como en otros muchos, en muy diferente.

Los padres y madres somos eso, padres y madres, y no amigos de nuestros hijos. Lo que debemos ser es amigos de nuestros amigos, y no de nuestros hijos. Todo esto no está reñido con generar vínculos de confianza, de respeto, de amor, de compañerismo en muchas actividades y facetas de la vida. Podemos jugar a su nivel con ellos, establecer momentos de relajación adaptándonos a su lenguaje, permitir que comparta confidencias, generar la profundidad y los lazos emocionales para que entienda que pueden contar con nosotros en todo momento y sentir que, en cualquier circunstancia, el apoyo y la ayuda está asegurada en el seno de la familia.

Sí, todo eso desde un concepto de educación respetuosa, que no tiene nada que ver con la falta de límites, jerarquías o normas. Como tampoco está vinculado al viejo concepto de educación autoritaria, falta de diálogo ni debate o acuerdo. No, todo lo contrario. Deben existir los límites y la jerarquía, pero también la posibilidad de transaccionar en acuerdos y pactos entre padres e hijos genera un clima de seguridad y confianza que refuerza la relación entre ambos, sin la necesidad de tener que ser amigos. Un niño o una niña buscan en nosotros un papá o una mamá, por el camino de la vida encontrarán a sus verdaderos amigos, como nosotros hemos encontrado a los nuestros. No debemos caer en la trampa de generar vínculos erróneos, ni jugar el papel que no nos corresponde.

Ser padre o madre ya tiene sus complejidades, multiplicarlas es la mejor manera de reducir la calidad de nuestra relación con nuestro hijo y confundirle en su futuro.

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