El cerebro no deja de evolucionar hasta alcanzar su plena madurez hasta los 20 años y durante este proceso hay hitos importantes en su transformación física, como la primera infancia y, sobre todo, la adolescencia. Es precisamente en este momento cuando se conforma definitivamente en su aspecto morfológico y fisiológico definitivo.

Este salto cualitativo entre la infancia y la adolescencia culmina con un definitivo proceso donde el cerebro adquiere capacidades para afrontar cuestiones y temas complejos de gran profundidad intelectual.

Unicef explica que este proceso madurativo permite entender “su comportamiento, tan variable e imprescindible que muchas veces puede irritar a los adultos: en el mismo día pueden tener reacciones muy distintas y oscilantes”.

Una de las explicaciones científicas de este comportamiento complejo está vinculado a un crecimiento acelerado del sistema límbico, que crece de manera más rápida que el córtex prefrontal. Precisamente en el córtex prefrontal es donde se realizan la planificación de comportamientos, la toma de decisiones, se ajusta el comportamiento social al entorno y se establece una clara coordinación de los pensamientos con las acciones.

Esta doble velocidad es lo que hace que haya una tendencia adolescente a comportamientos y decisiones vinculadas a la recompensa inmediata, por encima del control. Al mismo tiempo, se es más propenso a comportamientos de riesgo hasta tal extremo que – en términos generales – se es más propenso a las adicciones, lo que explica que la adolescencia sea un periodo de cierta vulnerabilidad.

Unicef establece tres características claves para entender el cerebro de los adolescentes. En la adolescencia se da la etapa de máxima sensibilidad a la dopamina. Por ello, que los adolescentes expresan una clara capacidad de aprender, son muy receptivos a los comportamientos que genera rápidas recompensas. En definitiva, en esta fase el adolescente se guía por aquellas actividades que más placer le producen.

Otra de las características es la sensibilidad a la oxitocina, que tiene una gran carga en las relaciones sociales y la gratificación que les genera. Esta hormona vincula la gratificación a la vinculación social. Por ello, entre adolescentes es fundamental la pertenencia el grupo, sus relaciones con el conjunto, su aceptación ante los otros, y la vinculación con los amigos. De hecho, cuando no son aceptados las reacciones hormonales son similares a las que se producen en situaciones de peligro, amenaza o hambre.

La última característica tiene que ver con la serotonina que, con la llegada de la adolescencia, se desregula. Este descontrol en este neurotransmisor se manifiesta en los estados cambiantes, en la variabilidad del comportamiento vinculados al apetito y al sueño. Cuando se regula, les genera los estados de bienestar y felicidad; al contrario, es cuando se producen los trastornos de alimentación, depresión o la agresividad.

Sin duda, esta evolución del cerebro es lo que explica el impacto que tiene las emociones entre los adolescentes por encima de su capacidad de razonar, reflexionar, tomar decisiones y de diferenciar entre comportamientos correctos y otros inadecuados.

Es fundamental, empatizar con este periodo de sus vidas, adecuar las respuestas de los adultos a las necesidades de cada uno de sus momentos, estados y circunstancias emocionales. En su evolución hacia el estado adulto pleno, es fundamental que ellos también entiendan de la relación causa-efecto en la toma de sus decisiones, como nosotros, los adultos, debemos entender que la química están muchas de las respuestas a las preguntas.

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