Una de cada cuatro familias en España es monoparental, un modelo de familia en crecimiento y normalización social cada más vez más común en los entornos personales de todos nosotros. Esta situación hace que cada vez sea más frecuente la duda sobre cómo abordar ante el menor la situación real de su configuración familiar, es decir, cómo explicar que el núcleo familiar está formado por un papá o una mamá (aunque en el 83% de los casos este es el modelo) y él o ella misma, el menor. Es cierto que hay muchas circunstancias y orígenes de esta situación, que cada una de ellas requiere un contexto explicativo diferente. Hay casos donde el padre o la madre ha fallecido; donde uno de ellos ha decidido marcharse antes de conocer a su hijo/a; o porque como madre soltera se ha recurrido a una inseminación con esperma donante o a la adopción. Pero en todas ellas, hay un mínimo común denominador: la normalidad de un modelo de familia completo, sin fisuras ni ausencias. Por elección propia o de las circunstancias.
Para abordar esta situación, nuestras expertas del Instituto Alcaraz consideran que hay que tener dos premisas básicas: una, la condición de hijo de una familia monoparental no tiene afección en el desarrollo cognitivo o emocional del menor por encima de la media de aquellos niños o niñas que conviven con un padre y una madre. Dos, en concepto de familia monoparental no tiene nada que ver con ‘la falta de una pieza’, al contrario, la realidad familiar es la que es, no está incompleta. Una vez más, se pone en valor que el concepto de familia no está en la cantidad, sino en la calidad de las relaciones y vínculos que se crean más allá del número par que se busque para su constitución.
Desde estas dos premisas como punto de partida, los expertos en desarrollo psicológico infantil recomiendan al padre o madre monoparental normalizar con el niño o la niña la realidad de su entorno familiar, siempre adaptado a la edad del menor y a su capacidad de comprender determinados conceptos. Este proceso paulatino y desarrollado en el tiempo fija entre ambos una buena relación de confianza y comodidad en su situación, que hace más proclive al diálogo, a la seguridad a la hora de preguntar y a la tranquilidad en el momento de ofrecer respuestas.
Desde luego, el mejor camino siempre es relatar la realidad, desde el convencimiento que muchas veces lo más sencillo es lo más hermoso: “Mi gran ilusión era ser madre (o padre) de un hijo o hija como tú”, suele ser una respuesta que resume muchas de las dudas que se generan entre los menores. Desde luego, se desaconseja huir de falsas verdades o de falsas expectativas que pueden generar ansiedad y, con el tiempo, frustración. Mensajes tales como “algún día conocerás a tu padre”, “algún día…” no construye cimientos sólidos sino incertezas profundas en su desarrollo emocional.
El proceso explicativo tiene que adaptarse a la edad del menor, especialmente a partir de los dos años cuando comienzan a generar su capacidad de comparar con otros entornos o realidades. Entre los dos y los siete años ya están preparados para entender cómo es su entorno, en qué se diferencian de otros que tienen alrededor y poder explicar que ambos son los normalizados, sin que entre ellos haya diferencia ninguna. A partir de los siete u ocho años es importante ofrecer información más compleja, puesto que el menor ya es capaz de entender procesos como la inseminación, la adopción y determinas emociones, deseos o anhelos del padre o la madre a la hora de tener un hijo que les ha motivado a tomar la decisión de ser su papá o mamá.
En muchos casos, las reacciones más complejas se producen cuando el menor llega a la adolescencia, donde las dudas personas fruto de la edad se mezclan también con ciertas dudas sobre el origen. En estos casos hay que saber gestionar el sentimiento de culpa o los reproches del menor ante su situación, una realidad sobre la que él – en su camino hacia la edad adulta – debe procesar y para lo que requiere toda la información posible. Y para ello, necesita ir de la mano del padre o madre, estar siempre acompañado y protegido a base de información y de mucha relación y diálogo, aun sabiendo las dificultades que a esta edad entraña todo ello.
En definitiva, responder a esta cuestión no suele generar muchas complicaciones en el entorno familiar ni en el desarrollo del menor, siempre que se haga con naturalidad, sinceridad y con el principio de verdad. Las familias monoparentales son familias completas, íntegras y perfectamente válidas para la formación de un entorno de confianza y de crecimiento positivo. No olvidemos que, como en otras cuestiones de la vida, el amor suele ser la respuesta correcta a la pregunta adecuada.