Nuestra Psicóloga Patricia Fernández nos explica en este artículo super interesante, cómo establecer los límites desde el respeto. Porque podemos establecer límites pero teniendo un estilo educativo autoritario, lo que influirá en nuestros hijos a largo plazo, dañando su autoestima y enseñándoles a que ellos también sean autoritarios. Desde la firmeza y el cariño, conseguimos a niños seguros de sí mismo, queridos y que respetan las normas pero porque las tienen integradas en su día a día.
«¿Para qué sirven los límites a la hora de educar? ¿Qué objetivo tienen?
Podemos considerar los límites como unas normas que buscan garantizar la seguridad de los niños y niñas, favoreciendo su autonomía, así como su sentido de la responsabilidad. Con ellos, les enseñamos lo que está bien y lo que está mal, cómo comportarse con su entorno, así como relacionarse de una manera sana y respetuosa. Sin embargo, los límites no deben ser impuestos así porque sí por el adulto, sino que deben ser establecidos de una manera profunda y consciente, permitiendo que el niño reflexione acerca de las consecuencias de sus actos.
¿Cómo podemos establecer límites de manera respetuosa?
Hacer partícipe al niño/a de los límites.
Tener en cuenta la opinión del niño/a le hará sentirse valorado/a y respetado/a, aunque haya límites que no sean negociables. Se debe atender a su necesidad exploratoria y tratar de ofrecerle alternativas. Asimismo, analizar las consecuencias positivas y negativas de ciertas conductas le ayudará a comprender el sentido de esos límites. De esta manera, se generará un bienestar que le llevará a colaborar en los límites establecidos.
Explicar el “porqué”.
Es muy importante explicarle el porqué de los límites, que objetivo tienen y como nos pueden ayudar. Con esto evitamos que el niño/a entienda el límite como una imposición de manera gratuita. Apartemos esa vieja frase que nos decían a muchos/as de pequeños: “porque sí” y que tanta frustración nos generaba. Animar a lo que sí se puede hacer en lugar de negar lo que no se puede favorecerá una crianza en positivo.
Actuar desde la motivación del niño/a.
Es uno de los aspectos más importantes, ya que, la motivación es el motor principal de la conducta. Si el niño/a está motivado/a, es más probable que quiera cooperar en el buen funcionamiento de las normas establecidas. No confundamos con elogiar. El efecto a largo plazo de la motivación es favorecer la confianza en uno mismo, sin embargo, la de los elogios es favorecer la dependencia de los demás.
Los límites deben ser adecuados y justos.
Ni por exceso ni por defecto, el establecimiento de límites justos ayuda a mantener la propia capacidad de valía en el niño/a, así como una buena autoestima.
El respeto debe ser mutuo.
El respeto mutuo requiere por un lado fe en las capacidades propias y ajenas, interés en el punto de vista ajeno aparte del propio y una buena disposición para responsabilizarse de la propia contribución al problema. Y la mejor forma de enseñar a los niños/as esto es dando ejemplo por supuesto.
No confundir amabilidad con permisividad.
Ser amables, pero con firmeza, sin ser autoritarios ni tajantes. Validar siempre sus emociones y hacerle saber que es capaz de encontrar una solución al problema.
Debe haber cooperación mutua.
A veces nos toca ceder un poco con el otro para que también lo hagan con nosotros. Esto fomenta su sentido de la pertenencia, así como el desarrollo de un locus de control interno.
Guiar al niño/a a reflexionar sobre su propia conducta.
Guiarle mediante preguntas de curiosidad como: ¿qué ha ocurrido?, ¿cuál era el acuerdo que teníamos?, ¿cómo podrías solucionar esta situación?, ¿cómo crees que se siente X persona al respecto?, ¿cómo te sentirías si te hicieran esto a ti?, etc. Obtendremos mayor participación y colaboración por su parte y crearemos un ambiente más respetuoso y motivador. Permitirle expresar las ideas o aportaciones que tenga en relación a esa situación a solucionar y guiarle mediante preguntas para que de esta manera pueda reflexionar por sí mismo/a. Enseñarles que los errores son oportunidades maravillosas de aprender.
Hacerle partícipe en la búsqueda de soluciones.
Es importante dejarle experimentar las consecuencias naturales de sus actos, y en ese caso, seremos nosotros los que le acompañemos en la búsqueda de soluciones haciéndole partícipes de ello.
Y recordemos, el castigo da resultados a corto plazo, pero tiene efectos negativos a largo plazo. Centrémonos en las conductas positivas. Seamos amables y respetuosos.»
Patricia Fernández
Psicóloga en Instituto Alcaraz
Fuente: “Como educar con firmeza y cariño. Disciplina positiva”, de Jane Nelsen.